El reto de la comunicación online en la práctica de la Arteterapia

La necesidad de ofrecer atención arteterapéutica online a partir del año 2020 fue, más que una opción, la única solución de continuidad viable. Así se hizo y, en pocos meses – ea veces, en pocos días – las terapias se trasladaron de nuestras consultas a nuestras pantallas. Aunque la atención terapéutica online ya existía desde hace años, el momento en el que la OMS declaró el estado de pandemia mundial el 11 de marzo de 2020 supuso un cambio repentino y forzoso. Por una parte, nuestra adaptación a ese cambio nos llevó a abrirnos más al mundo y, cuando se trataba de grupos, a que éstos fueran mucho más diversos y más ricos. Por la otra, la vivencia de la separación no ha sido especialmente fácil de gestionar. El encuadre externo se ha visto claramente desafiado y el interno ha supuesto, a veces, el todo. Ha sido necesario reforzar y crear nuevas maneras de procurar a las personas ese “espacio seguro”, esa hospitalidad arteterapéutica sin la que no podríamos trabajar.

La necesidad de saberse parte de la realidad física de la sala en la que se desarrolla la sesión no es extraña, y se ha dado frecuentemente durante estos ya casi tres años de rápida adaptación, siendo solucionada de las más diversas maneras. Quizás precisamente debido a la extrema rapidez en esa adaptación muchas personas, en nuestra identidad más fisiológica, todavía no nos sentimos plenamente en un lugar si nuestro cuerpo no está allí. Esto, además, afecta especialmente a quienes están en situaciones de vulnerabilidad. Lo que entendemos por reunión es aún algo más conectado con el calor y el ruido – incluso con la comida y la bebida – que con una realidad en la que el espacio que compartimos ya no tiene unas coordenadas geográficas, sino tecnológicas y emocionales. Si no fuera así, no nos estaríamos preguntando de qué manera y a través de qué recursos podemos restablecer el equilibrio perdido.

La nueva realidad en la que nos posicionan las necesidades de un mundo cada vez más comunicado tecnológicamente, unidas a las medidas de seguridad que se requieren para seguir trabajando en grupo en caso de nuevas situaciones de emergencia, nos sitúan en la tesitura de aprender, rápida y eficientemente, nuevas maneras de interrelacionarnos que nos permitan seguir adelante minimizando riesgos. La manera en la que esta adaptación nos afecta a las arteterapeutas va mucho más allá de la incomodidad ante los problemas técnicos. Necesitamos prever maneras de compensar emocionalmente esos problemas, porque las consecuencias no son las mismas cuando se le corta la comunicación a la persona que estaba comprando un libro que a la que estaba explicando una circunstancia personal dramática.


Para ello, hemos de reconocer que los límites del encuadre externo han de quedar, seguramente, más claros que nunca, y hemos de conseguir ser hábiles en el manejo de las herramientas (software, aplicaciones) que nos permitan mantener esos límites. En ese sentido, la formación continua y nuestro reciclaje como terapeutas es indispensable, así como lo es el autocuidado y la consideración hacia el esfuerzo mental, emocional y físico que estamos haciendo en este proceso de adaptación. Por otra parte, hemos de ser muy conscientes de que el encuadre interno es, en situaciones como las que aún atravesamos, todo lo que tenemos en algunos momentos, y por lo tanto nuestra firmeza en este sentido es indispensable.

Un tema delicado que también hay que tener en cuenta es que la increíble capacidad humana para adaptarse rápidamente a las circunstancias adversas nos puede llevar, en ocasiones, a avanzar demasiado rápido, en una ambición por superarnos y ponernos a la altura de las circunstancias cuanto antes, dejando atrás necesidades que deben ser atendidas.

En nuestro caso, como formadoras en arteterapia y arteterapeutas, hemos de ser muy conscientes de que los imprevistos técnicos que enfrentamos en nuestras sesiones online no son una mera cuestión tecnológica, sino que tienen implicaciones y consecuencias emocionales que hay que abordar con tiempo, dedicación y contando con la colaboración de todas las personas implicadas en el desarrollo de nuestra profesión. De lo contrario, nos arriesgamos a seguir adelante con nuestra labor a costa de su calidad, y eso es algo que, en especial en el momento de lucha por nuestro reconocimiento que atravesamos en España, no nos podemos permitir.

Este post es un fragmento adaptado del artículo ¿Podéis oírme? Una experiencia con grupos de formación híbrida (online/offline) en arteterapia. Ponencia de la misma autora para el IV Congreso Nacional del Arteterapia Feapa, publicado en http://feapa.es/actas-del-iv-congreso/ en 2022.

Rocío Macías Ramos